«Fantasmas» demuestra que solo existe un Julio Torres

Después de alucinar con «Los Espookys» y «Problemista», la serie «Fantasmas» demuestra que Julio Torres es un artista único que brilla al despegar un universo originalísimo en el que lo queer no se explica, sino que simplemente es.

Julio Torres entró en mi vida a finales de enero de este mismo año 2025. Y lo hizo de forma inesperada cuando la película «Problemista» cayó en Movistar+ y decidí ponérmela una noche de viernes un poco a lo tonto, como quien no quiere la cosa. Me la puse, de hecho, sin recordar que hacía ya un par de años que diferentes amigos y conocidos venían recomendándome que me introdujera en el mundo de este hombre con sus monólogos o sus series o lo que sea, pero que me introdujera de una vez.

Curiosamente, a los diez minutos de «Problemista» no solo estaba enamorado hasta las trancas de lo que estaba viendo, sino que también recordé uno a uno a todos aquellos seres de luz que me habían recomendado a Julio Torres. Y entonces se abrió todo un mundo por delante de mí: un viaje dulcemente lisérgico que arrancó con la serie «Los Espookys» (disponible en Max) y acabó en «Fantasmas» (también en Max), una serie estrenada en 2024 y que no entiendo que no haya encabezado las listas de lo mejor del año pasado.

Aunque también te digo que listas de lo mejor del año… who cares? Lo único que me interesa ahora es poner en perspectiva el trabajo de uno de los autores más únicos y originales del audiovisual actual. Un artista incapaz de dejarse contener dentro de los límites naturales de películas y/o series y que, precisamente por eso, practica una creatividad que acaba rebosando en todo un conjunto de elocuentes y estimulantes piezas que traspasan los límites conocidos para expandirse hacia regiones inexploradas que tienen tanto de naif como de perversas.

Lo repito: Julio Torres es un artista único… Y «Fantasmas» es la prueba definitiva de ello. Pero, antes de adentrarnos en esta última serie, es necesario poner en contexto su universo abordando sus trabajos anteriores. Ya tú sabes: empecemos por el principio…

Los Espookys, de Julio Torres
«Los Espookys», grupo terrorífico

Y el principio no es otra cosa que «Los Espookys», una excepcional puerta de entrada al mundo de Julio Torres precisamente porque te invita a acceder al recibidor de una amplísima construcción (su universo) que el autor está construyendo poquito a poco. En principio, sin embargo, puede parecer que nos encontramos ante una serie (creada al alimón junto a Ana Fabrega y Fred Armisen) que ya hemos visto mil veces: un grupo de amigos se junta para acometer trabajos que requieren algún tipo de «montaje» terrorífico. Hay siete con esta premisa en Disney+, seguro.

Esa premisa significa, sin embargo, que «Los Espookys» aceptan una amplia variedad de trabajillos que van desde la creación de un monstruo marino que atraiga el turismo de una población costera hasta la organización de la típica velada en una mansión misteriosa en la que cuatro invitados deben pasar la noche para acceder a una herencia millonaria. Son trabajillos que ya despliegan dos de las constantes del trabajo de Torres: el gusto por el horror (todas sus obras usan las herramientas narrativas, estéticas y musicales de este género aplicadas a la comedia extraña) y un universo estético anclado en las manualidades a lo Michel Gondry en versión darks.

Otra constante en el universo de Julio Torres es una red de contactos que funciona en doble sentido… Por un lado, ya en «Los Espookys» empieza a construir una familia cinematográfica fassbinderiana de actores y colaboradores sudamericanos que se repetirán en sus múltiples producciones. Por el otro, esta red también se extiende sobre EEUU a la hora de afianzar todo un conjunto de alianzas artísticas con un anclaje especialmente poderoso en «Saturday Night Live».

Problemista, de Julio Torres
Siendo el asistente de Tilda Swinton en «Problemista»

Al fin y al cabo, Torres se mudó de su San Salvador natal a Nueva York para estudiar en el año 2011 y acabó trabajando de guionista en «SNL» en las temporadas que van desde 2016 a 2019. No es de extrañar, entonces, que Lorne Michaels haya actuado de padrino en una carrera en la que también constan otros nombres clásicos del programa como, por ejemplo, un Fred Armisen que no solo contribuyó al guion de «Los Espookys», sino que también se reservó un papelito entrañable que (no hay lugar a dudas) supuso el gancho perfecto para que cierto público le diera una oportunidad al universo del salvadoreño.

Esto no significa, sin embargo, que Julio Torres haya dependido por completo de ningún tipo de padrinazgo a la hora de labrar su carrera. Y la mayor prueba de ello es que su debut cinematográfico, «Problemista» no solo fue uno de los estrenos más sonados de la productora A24 en el pasado año 2024, sino que además está protagonizado por una de esas actrices que solo se arriman a proyectos estimulantes: una inmensa Tilda Swinton en el papel de una mujer obsesionada con montar una exposición de las obras de arte de su amante criogenizado.

En «Problemista», Torres interpreta a un chico salvadoreño con pelo de personaje manga que necesita conseguir un visado para poder seguir viviendo en Nueva York y así cumplir su sueño de crear juguetes para Hasbro. Esto le llevará a trabajar de asistente del personaje de Swinton, quien le promete apadrinarle en el proceso de visado si consigue montar la mencionada exposición (y si consigue también, entre muchas otras cosas surrealistas, controlar un programa de ordenador llamado FileMaker Pro). Y, ojo, porque la problemática de la migación en EEUU es también, de hecho, uno de los pilares básicos de «Fantasmas».

Fantasmas, de Julio Torres
Julio Torres, eternamente fascinado en «Fantasmas»

Al fin y al cabo, el punto de partida de «Fantasmas» tampoco es tan diferente al de «Problemista». En la mencionada película, Julio Torres necesita un visdo porque los inmigrantes que no la consiguen en un tiempo límite desaparecen. Literalmente. En esta serie, sin embargo, la metáfora se eleva más todavía al desligarse por completo del referente yanki y al habitar un mundo completamente fantasioso en el que, para completar los trámites más diversos de la vida (desde coger el metro a alquilar un piso), es necesario tener una «prueba de existencia».

Tampoco es que sea difícil conseguir esta «prueba de existencia»: si eres un ciudadano normal (sea lo que sea eso de «normal»), es un trámite del montón sin dificultad alguna. Pero si eres alguien como el protagonista (un inmigrante), conseguir este certificado se complica hasta el nivel de que su única salida es ser declarado una «excepción». Lo que ocurre es que todo este entramado choca frontalmente con dos obstáculos: probar esta excepcionalidad es bastante complejo (debes probar que tu aportación laboral es excepcional) y, para más inri, el déficit de atención de Julio es una cosa bárbara.

Pero bárbara al nivel de ignorar por completo los avisos de desahucio que se acumulan en su puerta y, en cambio, dedicarse por completo a side quests absurdos que se conviertene en el centro de la trama. Por ejemplo: armar toda una investigación para encontrar una perla con forma de ostra que pueda intercambiar por un tratamiento en el que subir su consciencia a la nube para convertirse en un ser incorpóreo que, en su incorporeidad, no necesite «prueba de existencia» alguna para existir. Un delicioso retrato de déficit de atención con el que podemos sintonicar unas generaciones que sabemos cómo funciona eso de «¿tienes un problema?», no si haces scroll infinito en Instagram.

Este déficit de atención, de hecho, acaba siendo un virus que corrompe al propio formato de ficción seriada. Incapaz de centrarse en una única historia, la suya, Torres convierte la serie precisamente en una colección de «Fantasmas». La línea narrativa principal se ve sembrada / embarullada por un fascinante carrusel de micro-cuentos que a veces son fugas de la atención de Julio, otras son escapismos hacia las historias de personajes que se cruzan con el prota y en ocasiones son puras ensoñaciones que explorar el sinsentido de la vida cotidiana.

Fantasmas, de Julio Torres
La importancia de los teleoperadores en «Fantasmas»

Y, ojo, porque la serie rebosa de «Fantasmas» tan fascinantes como Melf y su perversa revisión de «Alf», la excéntrica vida de Q como letra incomprendida en el abecedario, la obsesión de una señora por vestir WCs con ropa humana o las tremendas «Mujeres Reales de Nueva York» que acaban revelándose como clones dentro de una simulación. ¿Mis «Fantasmas» favoritos? La teleoperadora hija de puta que recibe una buena ración de su propia medicina y, por encima de todas las cosas, el club de hamsters gays que es todos y cada uno de los clubs gays a los que he ido en mi vida.

Estas «Little Plays», tal y como serán bautizadas en el capítulo final, son el caldo de cultivo pluscuamperfecto para que Julio Torres despliegue su red de contactos y sorprenda al espectador con un sinfín de cameos realmente impactantes. ¿Emma Stone como mujer real de Nueva York que al final no es tan real? Estoy aquí para ello. ¿Kim Petras y Princess Nokia como sirenas al teléfono? Naturalmente. ¿Alexa Demie como teleoperadora hija de puta? Obvio. ¿Bowen Yang haciendo de elfo que se querella contra Santa Claus y Julia Fox como la Señora Claus? Dámelo todo, papi.

Al final de todo, la forma en la que «Fantasmas» descentraliza el relato y practica el formato serial de forma libérrima es una derivación directa de la forma única en la que Julio hace su trabajo. La misma forma en la que construye un universo estético original y sin precedentes. De nuevo, los tropos del horror se aplican a la comedia extraña, pero aquí Torres va todavía más allá construyendo literalmente un mundo diferente al nuestro en el que los colores se escurren en una paleta gloomy y en el que los espacios suelen construirse y articularse en forma de habitaciones asimétricas y surrealistas que flotan en el vacío como la tramoya de un teatro.

Julio Torres nunca aspira a la verosimilud, sino que apuesta por un sublime trenzado de realismo mágico oscuro y expresionismo emocional. Un trenzado en el que lo queer nunca se excusa ni se explica, sino que simplemente es… Y esto tiene todo el sentido del mundo si tenemos en cuenta que, en el primer episodio, cuando preguntan al protagonista qué es, a qué se dedica, este responde con un tajante «soy Julio«. Bendita y sonora colleja a un mundo acostumbrado a que las personas nos definamos a través de un trabajo con el que pretendemos explicar a los demas qué somos. Como si ese trabajo fuera nuestra verdadera naturaleza.

En ese mundo, sin embargo, Torres pretende definirse simple y llanamente por ser él mismo. En esa misma escena, Julio explica que se dedica a aportar una visión única: es capaz de ver la expresión facial de los colores o de acceder a la historia secreta de las letras del abecedario. ¿Es eso un trabajo? Probablente no, y por eso le cuesta conseguir su «prueba de existencia». Pero es precisamente en esta restricción donde «Fantasmas» consigue volar libre para, al final de todo, demostrar que la excepcionalidad está simple y llanamente en ser quien eres. Algo de lo que nuestro entorno constantemente nos intenta disuadir.

Sinceramente,

Raül De Tena

Sobre el autor

Raül De Tena

Al ponerme a escribir esta bio me he dado cuenta de que, así, a lo tonto y como quien no quiere la cosa, llevo más de veinte años escribiendo sobre temas relacionados con la música, la moda, el cine, la literatura, la cultura en general. Siempre he escrito muy sinceramente... Pero, ahora, más todavía.

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