Necesitamos más series como el «English Teacher» de Brian Jordan Alvarez poque es divertidísima y trata temas LGTBIQ+ urgentes… Pero, sobre todo, porque derriba el cliché del «buen gay».
La primera respuesta que me sale de forma espontánea ante la pregunta del titular de este artículo es, básicamente, que necesitamos más series como el «English Teacher» de Brian Jordan Alvarez precisamente porque es cortísima (¡tan solo 8 capítulos de poquito más de 20 minutos cada uno!) y se puede disfrutar de una sentada. Un placer tremendo que nada contracorriente en estos tiempos en los que el streaming se ha dedicado a engordar artificialmente el contenido para mantenernos enganchados cuanto más tiempo mejor.
Un verdadero desprecio al tiempo de un espectador que ha tenido que asumir que, ahora, lo «normal» son los capítulos de una hora (a los que les suelen sobrar 20 minutos). Y que, de hecho, si el show runner quiere hacernos creer que su cabecera merece realmente la pena, obvio que incluirá varios capítulos que lleguen a la hora y veinte. Como mínimo. Pero lo dicho: por suerte, «English Teacher» (disponible en Disney+) no entra en este juego absurdo, lo que resulta francamente refrescante y ayuda a que, al echar el cierre tras el último capítulo, te quedes con ganas de más.
No hay problema: la serie acaba de ser renovada por una segunda temporada. Así que disfrutaremos de más «English Teacher» sabiendo que nuestro tiempo será religiosamente apreciado. Y sabiendo también que los dos grandes aciertos de la serie, esos que realmente responden a la pregunta del titular de este artículo, serán más que probablemente ampliados: por un lado, una forma vibrante y apasionante; por el otro, un fondo que no podría ser más on point aquí y ahora precisamente porque es una bola de derribo contra el cliché del «buen gay». Hablemos de ello.
La forma de «English Teacher»

A primera vista, podría pensarse que «English Teacher» viene a beneficiarse del éxito de otras series parecidas, ya sea la representación queer en un entorno académico de «Sex Education» o, sobre todo, el formato sitcom con el que el «Colegio Abott» de Quinta Brunson lo ha petado en los últimos años. Pero, ojo, el foco de la ficción de Brian Jordan Alvarez está puesto en los profesores y no en los alumnos (a diferencia de «Sex Education») y el formato se aleja de la repetición de la plantilla de «The Office» (a diferencia de «Colegio Abott») para buscar su propio tono. Un tono original y diferente.
El primer episodio de la serie no podría ser más elocuente a la hora de asentar las bases sobre las que se va a construir la ficción de «English Teacher»: el profesor Evan Marquez (el mismo Brian Jordan Alvarez) se enfrenta a un posible proceso disciplinario después de que una madre preocupada realice una protesta formal tras verle darse un beso con su novio, el también profesor Malcolm (Jordan Firstman). La locura que desata esta injusticia (porque está claro que la madre no habría protestado de tratarse del beso de una pareja heteroseuxal) sirve para conocer el ecosistema de Evan: su mariliendre Gwen (Stephanie Koenig), el profesor de educación física Markie (Sean Patton), el director Grant (Enrico Colantoni)…
Lo curioso es que Evan lleva el drama hasta límites de comedia depuradísima para que, justo en el clímax de la dramedia, todo se resuelva sin esfuerzo cuando Markie, que acumula sobre sus hombros todos los clichés del machirulo sureño, hace que la madre retire la protesta usando métodos poco ortodoxos… pero bastante tronchantes. Lo que parecía que iba a ser el leit motif de la serie (la lucha LGTBIQ+ en un entorno hostil como el de Austin, Texas) y que, de hecho, podría ser el leit motif de cualquier otra serie se quede en agua de borrajas. Y santas pascuas. Porque «English Teacher» no está aquí por el dramón. Sino por otras cosas.
Como ya he comentado más arriba, este primer episodio asienta las bases del estilo de la serie con un ritmo frenético, un sentido de la comedia basado en el caos homosexual más over the top y unos diálogos hiperrealistas en los que todos se pisan los unos a los otros al hablar. Y, sobre todo, en unas sublimes referencias a los 80 que no solo están ahí en su alucinante banda sonora y en la tipografía de sus títulos de crédito, sino también en un tono de comedia urbana de joven adulto de las que empezaban cada capítulo con el prota haciendo deporte en su habitación y vistiéndose estresado antes de salir de casa.
Así arrancan muchos capítulos de «English Teacher»… Y esto, que podría parecer una chorrada, no lo es tanto. Es más bien un acto de justicia poética practicada a través de la resignificación. Si «Heartstopper» va de darnos el romance teen que nunca tuvimos en la comunidad LGTBIQ+, esta serie va de meter lo gay en un referente ochentero del que siempre fue excluido: el cine de John Huges y su extensísima periferia Lo mejor de todo, eso sí, es que Brian Jordan Alvarez no se conforma con «lo gay», sino que decide ir poquito más allá usando el fondo de la serie.
El fondo de Brian Jordan Alvarez

La forma de «English Teacher» te engancha y te transporta de un capítulo al siguiente con ganas de más, con ansias de ver cuál va a ser la siguiente liada de Evan. Porque de eso va la serie: de cómo el protagonista va transformando contratiempos inexistentes o pequeños en problemas gigantescos que al final nunca acaban teniendo trascendencia. Lo que, si te lo paras a pensar, es el deporte favorito de la mayor parte de los maricones. Yo incluido.
Pero bajo esta forma late un fondo bastante más complejo. Para empezar, debido a la elección de los temas diversos que la serie decide poner sobre la mesa para diseccionar con el bisturí de una comedia afiladísima. Más allá de la homofobia en el sistema educacional que plantea el primer episodio, en el resto de capítulos se encuentran disertaciones sobre la tradición de los heteros que se draguean como broma poco respetuosa, la política de armas de EEUU, el sentimiento de impunidad de los alumnos en el panorama post-Covid, el intervencionismo de los padres, la precariedad del profesorado… Un apasionante mix entre problemáticas LGTBIQ+ y educacionales.
Pero ahí está la gracia: en que una problemática y otra se entrelazan de forma inevitable en esta serie que las trata con complejidad y sin buenismos. Al fin y al cabo, no existe mejor entorno para plantear las cuestiones LGTBIQ+ que el colegio, ya que es precisamente en los años de formación de los futuros ciudadanos donde hay que plantar la semilla de esas siglas de diversidad, inclusión y equidad que el actual gobierno trumpista quiere llevarse por delante. Puede que «English Teacher» se gestara antes de que Trump llegara al poder, pero no hay dudas de que se ha convertido en una serie mucho más necesaria en el aquí y ahora de la cuestión yanki.
¿Puede ir a mejor todavía la serie? Pues resulta que sí. Porque más allá de su pertinente diálogo abierto sobre temáticas urgentes, resulta que «English Teacher» también borda algo más relevante todavía: la destrucción absoluta del cliché del «buen gay». Es decir, de ese cliché insidioso que dice que una persona gay tiene que ser ejemplar para así ser aceptada en la sociedad. Si quiere mantener su estatus de aceptabilidad, no se le permiten deslices: tiene que ser buena persona, buen marido monógamo, siempre alegre, siempre correcto. Debe ajustarse a lo que un hetero piensa que debe ser un «buen gay».

El reciente caso de los tuits de Karla Sofía Gascón es una demostración de que la falta de una persona de la comunidad LGTBIQ+ siempre será mucho más duramente castigada que la de una persona heterosexual. Porque recordemos: Chris Brown estaba recogiendo premios en los Grammy 2025 y Casey Affleck sigue con su carrera prometedora justo en el momento en el que parece bastante claro que nunca habrá perdón (ni paz) para Karla Sofía Gascón. Valga este caso como ejemplo de la necesidad de acabar con el cliché del «buen gay».
Y es a ese respecto donde Brian Jordan Alvarez se pasa la pantalla y el juego e incluso la secuela del juego. El protagonista de «English Teacher», como ya he dicho más arriba, suele acabar al frente de diferentes luchas no de forma altruista, sino más bien accidental. Esto se debe, en gran parte, a que es una persona altamente narcisista con quien incluso su mejor amiga sabe que no puede contar como ayuda.«Nunca traes nada a las fiestas porque piensas que con tu presencia es suficiente», le reprocha. Y, además de un practicante de la pareja abierta, Evan es un amante con cero responsabilidad afectiva y con un miedo al compromiso de libro.
Leo el anterior párrafo y lo primero que pienso es que representa de forma realmente naturalista a la comunidad gay. Y lo segundo que pienso, sin embargo, es que no podría estar más lejos del cliché del «buen gay». El personaje de Evan Marquez es una apuesta por el derecho a no tener que ser un puñetero gay kumbayá para tener garantizada la respetabilidad social. Es una representación pluscuamperfecta del maravilloso caos de la existencia homosexual, que es en sus propios defectos igual de respetable que cualquier otra existencia.
El último capítulo de «English Teacher» es el mejor ejemplo de esto: al principio de todo, un alumno se aproxima a Evan para pedirle consejo (y empatía) para salir del armario, a lo que su profesor responde con un numerito histérico (y poco empático) en el que viene a decirle que no le hace falta su ayuda, que lo único que tiene que hacer es salir por la puerta y hacerse amigo de cualquier chaval de todos los que ya son abiertamente maricas. Es simple: déjate de dramas (lo que tiene bastante gracia, viniendo de él), sal al pasillo y grita que eres gay. No pasa nada. Es el año 2025, chiqui.
Como ocurría en el primer capítulo, lo que podría haber sido el leit motif para la existencia de toda una serie se ventila en cinco minutos… y pasa a otras cosas más interesantes. Otras cosas como, por ejemplo, lo que ocurre en este final de temporada: el cumpleaños de Evan en una fiesta fetish a la que Malcolm se lleva al resto de profesores heterosexuales. Con bien de poppers y porno y ketamina. Y ahí está lo divertido: que los heteros no pasan por ninguna transformación «mágica» en contacto con la cultura oculta gay. Simplemente se lo pasan pirata. Porque todo en esta serie es natural como la vida misma.
Sinceramente,
Raül De Tena